La misma gata, pero revolcada ¿Son diferentes los procesos de promoción vertical?




Los dominios de ¿la razón?


Por Mayra Castañeda

¿Hay que decir lo que es obvio? A veces si, porque todos lo pensamos, pero pocos nos damos a la tarea de revisar los documentos que se expiden, sobre todo si no tenemos interés en promovernos o ingresar al servicio público como docentes. Durante muchos años la comisión mixta de escalafón hizo las veces de la maquinaria simuladora para que miles de docentes lograran ascensos verticales, estar en buenos términos con el sindicato y con la disposición para compartir los beneficios de un ascenso eran dos requisitos indispensables para lograr convertirse en directivo. A partir de 2015, a regañadientes, trompicones y tras muchas tensiones, se implementó no sólo la evaluación del desempeño que fue calificada de punitiva, con muchos argumentos, algunos válidos, otros no tanto, sino también la de promoción vertical y de ingreso (que ya existía, pero se homologó con las otras). El poder detrás de estas decisiones venía de mucho más arriba que los sindicatos o la propia presidencia de la República; los intereses trasnacionales estaban ejerciendo gran presión. De ahí que miles de docentes fueran forzados, algunos hasta bajo coerción directa, para presentarse en los procesos de evaluación ¿Hubo algún avance? No podemos negarlo, miles de profesionales de la educación, obligados por la circunstancia, tuvieron que actualizarse, los accesos a la promoción vertical resultaron, falibles, pero infinitamente más justos. El INEE se convirtió en el gran verdugo, aunque también, hay que reconocerlo, en un fiel de la balanza. Las investigaciones que realizó esta institución resultaron muy interesantes, y el diseño de las evaluaciones, aunque alejado del plan original por un claro enfrentamiento con la realidad, resultó en un ejercicio muy interesante con la finalidad de “emparejar el terreno” y crear accesos más o menos universales a los procesos de promoción. Ahora, con la nueva administración federal nos encontramos con un nuevo panorama, no muy diferente del anterior, porque, hay que decirlo, la presión de esos organismos internacionales, como la OCDE, que jugaron un papel preponderante en la reforma 2013, sigue presente. No podemos pensar, en la actualidad, en ningún país que pertenezca a este organismo internacional y no trabaje un modelo por competencias, es parte de los requisitos que supedita el acceso a apoyos y préstamos de la mayoría de las naciones que dependen de ellos para su desarrollo. 

Así las cosas el sistema educativo, incluido modelo y relaciones laborales, pretenden presentarse como inéditos cuando en realidad sus márgenes de acción son muy cortos. Si se aspira al ingreso se deberá superar un proceso que incluye la tan vituperada evaluación estandarizada, igualmente si se desea acceder a una promoción. Los instrumentos que se utilizarán en ambos casos son muy similares a los que se utilizaron desde el 2015, aunque, hay que mencionarlo, la información que se tiene al respecto hasta el momento es bastante ambigua y la intención de “alejarse” de la imagen del gobierno anterior ha llevado a los diseñadores de los materiales a cometer garrafales equívocos como son los de la elaboración de los perfiles profesionales. Recordemos que con anterioridad el documento que se expedía al respecto se llamaba “Perfiles, parámetros e indicadores”, ahora es “Perfiles, criterios e indicadores”, lo que este material nos deja claro es que no se trata de buscar en el diccionario de sinónimos para cambiar las palabras que se utilizarán. ¿Es lo mismo una dimensión que un dominio? Desde luego que no y no necesitamos grandes conocimientos pedagógicos para darnos cuenta de este craso error, basta con acercarnos al diccionario de la RAE y podemos percatarnos de que, entre todas las definiciones de dominio, la más cercana a lo que podría constituir un perfil profesional es “7.m. Buen conocimiento de una ciencia, arte, idioma, etc. Tiene un gran dominio del inglés.”, mientras que dimensión es definido como: “1. f. Aspecto o faceta de algo.” ¿Qué necesitamos para entender los elementos constitutivos de un perfil? Desde luego no un dominio, sino una dimensión. Cuando vemos el cambio de “parámetro” por “criterio” nos hacemos la misma pregunta, aunque en términos conceptuales tienen mayor similitud, lo cierto es que resulta más claro un parámetro que un criterio, el parámetro nos enmarca en un territorio de esa dimensión, mientras el criterio queda a la mirada subjetiva del que lo determina. Al llegar a los indicadores nos podemos dar cuenta, claramente, que no encontraron algo que pudiera sustituirlos, así que los dejaron igual, apostando porque las otras palabras confundieran a los lectores, de manera tal que no se dieran a la tarea de cuestionar estos elementos que conceptual y taxonómicamente no corresponden con la integración de un perfil profesional.

De todo esto ¿Qué podemos concluir? Que estamos ante un proceso con grandes similitudes que se quiere hacer pasar por “radicalmente” diferente, aunque, hasta el momento no nos queda muy claro en qué, habrá que esperar, desde luego a los contenidos específicos de cada uno de los instrumentos y a la bibliografía que se utilizará, pero de lo que se alcanza a atisbar es que, cambiarán los nombres, la forma, pero no el fondo.



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