Los congresos son maravillosos y el CICE más
Desde luego que no puedo evitar amar el congreso que fundé
hace ya siete años, justo cuando se empezaba a forjar la debacle que resultó en
un sexenio fallido en México, lleno de sinsabores para los maestros. El
Congreso Iberoamericano de Calidad Educativa se convirtió en un espacio de
resistencia, sin querer y sin proponérnoslo, desde luego; la reunión casi
anual, a veces bianual, en ocasiones semestral, de miles de profesionales de la
educación de Iberoamérica resultó un espacio de convivencia y empoderamiento,
de reunión de docentes extraordinarios que a pesar de los obstáculos se han
dado cita edición tras edición, reuniendo fondos, armando kermeses, motivando a
sus estudiantes, a los padres de familia, a todos aquellos que de una forma o
de otra podían aportar para que la cita se concretara. Así vimos desfilar
grupos de maestros motivados, asustados, conformistas algunos, no faltó el que
llegó porque su autoridad despistada lo envió, pero siempre se han ido con
ganas de más, con el espíritu de transformar algo en sus comunidades, mejorar
sus prácticas, iniciar proyectos, comerse el mundo de un bocado a veces, pero
ese es el objetivo del CICE: recobrar ese entusiasmo que nos impulsó a ser
maestros, transformadores de la sociedad desde las aulas.
La primera campaña que lanzamos, ya cuando se había
estrenado el tristemente célebre “documental” titulado “De panzazo”, una
afrenta absoluta al magisterio mexicano y que detonó una serie de acciones
desde el gobierno, apoyado por la iniciativa privada y los medios de
comunicación para desprestigiar al magisterio, fue “Soy maestr@ y me siento
orgullos@” un grito de reivindicación de miles de maestros participantes en el
primer CICE tomaron como suyo; todavía recuerdo cuando dije la frase en el acto
inaugural, los aplausos ensordecedores que parecía que nunca acabarían; después
la funcionaria enviada por el gobierno que, por cierto, se negaba a pagar las
becas que adquirió, intentó repetir el acontecimiento repitiendo la frase y
sólo recibió algunos tímidos aplausos de su séquito.
Lo curioso es que ese pequeño gesto de emulación se ha
repetido a lo largo de los años, lo hemos visto, con orgullo y agrado en otros
congresos en los que invitan a los mismos conferencistas que nadie conocía
antes del CICE o que se estrenaron como tales en nuestros espacios. Por
supuesto que representa un honor para nosotros haber sido los primeros, haber
mostrado al mundo de la educación esos talentos que estaban ahí, tampoco
podemos decir que nosotros los formamos, simplemente les abrimos un espacio de
exposición y ellos hicieron el resto. Gente de gran nivel, teóricos, autores y
conferencistas se han conocido en nuestras ediciones y han iniciado proyectos
muy valiosos en beneficio de la educación tanto en México como en muchos otros
países, pero también estos docentes extraordinarios, los que llegan con grandes
esfuerzos, pagan su viaje, juntan para su registro y asisten a todas las
conferencias, a los talleres, a las mesas, presentan investigaciones que no se
consideran “dignas” en otros espacios porque no contienen citas “correctas”
según los formatos APA, o porque la relatoría no es adecuada, han encontrado un
lugar en donde son recibidos, apreciados y donde se encuentran con sus pares
para emprender grandes proyectos que les cambian la vida a sus estudiantes.
Todo eso y más es el CICE y podría escribir cientos de
páginas al respecto, pero si quieres vivir una experiencia fuera de lo común
¡Nos vemos en #Monterrey! Te esperamos del 24 al 28 de julio de este 2019.