Y vuelve a temblar la Tierra: los resultados de PISA



PISA se ha convertido en el instrumento más importante de manipulación internacional de gobiernos en materia educativa, es la zanahoria al final del palo, y si no la alcanzas recibes el azote. Pero curiosamente esta zanahoria no mide lo que debería medir, los países con mejor desempeño son, desde luego naciones que han sorprendido por su desarrollo como los sonados casos de Singapur (quien ocupa en esta ocasión nuevamente el primer lugar) y Finlandia que, aunque ha caído en el ranking sigue siendo materia de estudio e incluso ha podido solidificar una importante industria del “turismo educativo” que le proporciona fuertes ingresos al país.

La prueba PISA ha sido cuestionada e incluso prestigiososacadémicos de diversos países han solicitado se reoriente pues, como se ha podido evidenciar, mide conocimientos que pudieran haber sido adquiridos fuera de la escuela y sólo abarca áreas que no necesariamente significan rutas importantes de desarrollo para los países. PISA, aunque ha integrado recientemente las ciencias exactas en sus valoraciones, sólo contemplaba lectura y matemáticas que, aunque se consideran pilares educativos, no pueden ser los únicos referentes para calificar el sistema educativo de todo un país. He ahí el talón de Aquiles de esta prueba que ha ganado prestigio a pesar de la evidencia científica y la oposición de expertos y educadores: los estudiantes son evaluados en áreas que no necesariamente tienen relación con su área de desempeño. Estudiantes de bachillerato que pueden tener excelente desempeño en áreas humanísticas (historia, sociología, psicología) son evaluados en conocimientos de ciencias exactas que no son ni de su área ni de su interés profesional a futuro.



Sin embargo, a pesar de la oposición y de la evidencia clara de que esta prueba está diseñada para premiar o reprender a los países miembros de la OCDE (e incluso a los que no pertenecen a esta organización) cada dos años PISA es tomada por medios de comunicación y por los mismos gobiernos como verdad absoluta (palabra divina) para justificar la necesidad de “seguir invirtiendo” en educación, aunque, en la práctica los presupuestos no tengan una orientación lógica o sean aplicados en lo que realmente se requiere. Las “recomendaciones” de la OCDE, fundamentadas en estos resultados, se convierten en ruta de políticas públicas en materia educativa en diversos países y, sin reflexionar, analizar o consensuar (¿Para qué si ni siquiera contamos con un proyecto de nación que permita ubicar claramente las prioridades educativas del país?) se toman medidas para el corto plazo porque, obviamente, siempre vienen las próximas elecciones y hay que crear la impresión de que “vamos avanzando” o “movemos” a nuestro país.

Pero nada más alejado de la realidad que esta tendencia a la “testitis” en que nos han sumido estos organismos internacionales. Si miramos un poco de cerca podríamos observar, así, a vuelo de pájaro sin mayores investigaciones, que los países como Finlandia, Singapur y Uruguay (que sorprendentemente este año se encuentra a la vanguardia educativa en Latinoamérica) tienen las tasas más altas de suicidios, por mencionar algo.

En Singapur, que de ser una nación con un PIB similar al de México se ha convertido en poco tiempo en la 9ª. nación más rica del planeta, podemos observar la obsesión casi patológica que se tiene con la educación. Los rankings para clasificar a los estudiantes inician desde el primer grado de primaria y de ahí no paran hasta la universidad. Los niños y los jóvenes son presionados duramente con estas clasificaciones constantes que se hacen a nivel aula, escuela, zona, sector y desde luego región y país. Los niños en Singapur desde pequeños son confinados a un estatus del que difícilmente se pueden mover, si están en los últimos lugares esta clasificación tiene un grave efecto en su autoestima y si se encuentran entre los primeros lugares viven en constante estrés provocado por la necesidad de conservar el puesto.



Los mejores estarán destinados a las profesiones altamente valoradas, los otros (de la media para abajo) apenas podrán aspirar a un oficio que les reditúe para subsistir. Los niños y los jóvenes tienen plena conciencia, en estos sistemas meritocráticos rígidos, de que su valor como personas estará necesariamente vinculado con los resultados en los exámenes.

Para Singapur ubicarse en los primeros lugares de PISA ha redundado en el acceso a una élite de países que han facilitado su desarrollo económico, pero ha sacrificado la calidad de vida, la paz mental y el equilibrio emocional de sus ciudadanos por llegar a esos niveles. Lo mismo ha sucedido con otros países de economías “emergentes” como el milagro chino o el japonés en su momento, que han “exprimido” a tal grado a sus habitantes que no encuentran otro motivo de existencia que el estudiar y, como consecuencia lógica, trabajar en su edad adulta, trabajar hasta morir, literalmente, de agotamiento.

Desde luego que esto nos debería llamar a reflexionar como naciones que se encuentran en rutas tan inciertas como las de la región latinoamericana, y tomarnos el tiempo de meditar decisiones claras y basadas en el beneficio de la población no sólo en números y resultados que pueden ser (y son) manipulados al antojo de los gobernantes y de los intereses que nada tienen que ver con el bienestar de la población.

Por cierto, como dato curioso en esta edición de la presentación de resultados de PISA, se rumora que el nuevo gobierno argentino solicitó a la organización que no diera a conocer los resultados de su país pues, paradójicamente, se elevó en el ranking y a esta nueva administración, cuya principal bandera ha sido demoler lo que se hizo en el pasado porque “no funcionó”, no le conviene una publicidad de este tipo que fortalecería la percepción de que la nueva ruta del país no es la adecuada.


Tengo muy claro que las presiones del sistema son muchas y que desestimar un ejercicio como el de PISA no sería del todo sencillo, pero creo que deberíamos empezar a plantearnos esta patológica obsesión con las evaluaciones, no necesitamos más datos que nos confirmen que estamos mal, necesitamos más profesionales (reales y comprometidos, no al servicio de los intereses de los empresarios) que nos den ruta y cauce, creo que a estas alturas a nadie le queda duda de que tenemos grandes problemas educativos, lo que necesitamos no son más evidencias de ello, sino respuestas claras de cómo y por dónde empezar, porque lo intentado hasta el momento, es obvio, no funciona.

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