Si estás desconectado no eres nadie, pero si estás conectado también estás solo.



Los tiempos que vivimos no sólo son violentos como diría Tarantino, sino también son vertiginosos. Está cambiando nuestra realidad y nosotros con ella. Antes no había mejor momento para platicar que una sobremesa con la familia o los amigos, y estas eran tan frecuentes que a veces hasta se agotaban los temas de conversación y se hacían aquellos silencios incómodos ¿qué más decimos? Ahora con trabajo nos vemos las caras (y mucho menos los ojos) cuando nos encontramos frente a frente. El ritmo de vida se ha complicado tanto que es difícil encontrarse con la familia, con los amigos mucho menos, es más común que nos pasemos el día platicando con una persona que se encuentra en otro país e incluso en otro continente, que con nuestros propios seres queridos.

Esto asusta, porque estamos viviendo una separación que no sabemos bien a bien a dónde nos podrá conducir. Antes (hace no mucho habrá que aclararlo) los publicistas tenían fácil armar sus campañas porque nos agrupaban, a los consumidores, por nivel socioeconómico, por espacio geográfico y por hábitos de consumo que podían ser determinados en base al comportamiento familiar o de núcleos más o menos grandes de población; los medios masivos de comunicación nos homogeneizaban, nos aglutinaban en grupos de tamaño considerable, ahora, con las nuevas tecnologías podemos encontrar productos “a la carta” que nos separan casi en células unipersonales. La posibilidad de series y programas “on demand” que ha desbancado a la televisión abierta y gratuita, no permite que exista publicidad durante las sesiones que pueden ser, literal, individuales; la sofisticación del consumidor en el manejo de redes ha puesto en verdaderos aprietos a los publicistas y desde luego a un medio que hasta hace poco se pensaba todo poderoso como las cadenas de televisión que se convirtieron en grandes titanes de la industria y que coparon regiones enteras.


A nivel educativo esta nueva dinámica social que atomiza a nuestros niños y jóvenes también nos ha puesto, a los educadores, ante grandes desafíos. Los niños ya no están acostumbrados a realizar actividades a horas específicas, sus padres pueden trabajar en diversos horarios, dejar al libre albedrío el momento de la reunión familiar ya sea en torno a las comidas o el momento de “ver televisión” (el nuevo ritual es “irse a la habitación para ver su serie favorita”) y esta libertad también les ha proporcionado una autonomía para la que no necesariamente están preparados. Las tendencias de crianza que antecedieron a estos padres “milennials” van en el sentido de proporcionar mayor libertad, pero también han implicado una desobligación y una despreocupación cada vez mayores. Los nuevos padres preguntan a los hijos qué sería bueno cenar o si tienen ganas de ir a la escuela. Desde luego que hablo de un grupo sociocultural específico, personas que tienen acceso a diversos dispositivos de conexión al ciberespacio y que cuentan con un nivel de vida y de educación que les permite instaurar este tipo de dinámicas, aunque, si observamos bien, las políticas públicas de “bienestar social” apuntan fuertemente a proveer a las clases más desprotegidas económicamente, de los implementos para que puedan estar constantemente conectados a esta gran red que nos empieza a confinar a la más absoluta soledad. La gran paradoja es: si estás desconectado no eres nadie, pero si estás conectado también estás solo.



Es momento de que los educadores le entremos “al toro por los cuernos” y empecemos a cuestionarnos ¿Cómo nos vamos a introducir en este nuevo mundo cibernético que nos afecta, aunque no estemos conectados? ¿Cómo aprovechar las ventajas de la tecnología sin perder lo que hemos ganado como humanidad? Los grandes temas de la sociedad no están sólo en las cámaras de diputados o en las tribunas de los organismos internacionales, también están en cada aula, en cada espacio donde niños y jóvenes son formados, pero lo primero es ponerlo sobre la mesa y tú ¿qué estás haciendo al respecto? ¿Ya lo pensaste? Me encantaría escuchar tu voz, compártenos tus ideas aquí.

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