Crónicas del CICE 2

O de cómo se acaban las “amistades”


Después de meditar largamente sobre cómo sería un congreso ideal, las preguntas empezaron a surgir, reuniones de café (hicimos más rico a Slim de lo que ya era en ese momento), encuentros hasta altas horas de la noche, jornadas dobles, etc. Largas sesiones, compartir sueños con gente que parecía cercana, y que simulaba entender el concepto de un evento que incluyera a todos, todas y todes y llegado este punto me gustaría decir que muchos hablan de inclusión y pocos entienden realmente el concepto, difícilmente podemos vislumbrar dónde nuestro punto de vista, desde nuestra experiencia (lo que pensamos correcto o incorrecto) se entromete con lo que aporta el de junto, sin darnos cuenta comenzamos a querer imponernos a entrometernos, torcer el rumbo de las cosas por el puro orgullo de poder “ganarle” a los demás.  Así de pronto no se hablaba de cambiar la educación desde una trinchera importante, desde un espacio donde las ideas se intercambiaran, se construyeran, deconstruyeran y volvieran a erigirse más fuertes, más interesantes, más poderosas; los temas tenían que ver con presupuestos y ganancias, con “productos” y “servicios”. La gota que colmó el vaso para mí, debo confesarlo, fue el día en que la persona que se suponía debía ver la parte académica me dijo, durante una reunión con unos posibles patrocinadores “guarda tus llaves y tu celular, no vayan a darse cuenta el carro que traes”; en ese momento me di cuenta que estaba más pendiente de “comercializar” un producto en base a una imagen ficticia que de ponerle alma a un proyecto en el que yo estaba dejando la vida.


Pronto me di cuenta de las señales que había obviado, para ella era un negocio, la posibilidad de comprarse una casa y retirarse, dejar sus problemas económicos atrás y empezar a vivir una vida de lujos. Lo cierto es que nadie se hace rico con un congreso, por lo menos no uno como el CICE. Desde luego que conozco a quienes han amasado grandes fortunas haciendo eventos para la SEP federal o para algunas secretarías estatales, son prestadores de servicios que coordinan la realización de un evento, como pudiera serlo cualquier otro, no tiene nada de malo lo reconozco, pero no tienen u proyecto, no hay alma ni corazón, no hay propuesta o visión propia que pudiera transformar la realidad, solo se trata de meras transacciones económicas.

El CICE surgió con alma y eso es lo que lo ha mantenido a pesar de las vicisitudes. En el primer CICE aprendimos muchas lecciones de golpe. Esa persona que había sido invitada a participar como encargada de la parte académica y que asumió un rol de vendedora tuvo que ser dada de baja, nos acarreó muchísimos problemas, nunca imaginé que alguien que se dedicara a la educación pudiera ser capaz de tanta bajeza pero bueno, a la distancia puedo decir que gracias a ella crecimos mucho, se dedicó a construirnos mala fama, a decir que el CICE era un fraude y varias universidades privadas se creyeron el chisme (eso es algo que hasta la fecha sigo sin entender de las instituciones con cierto “prestigio” ¿Cómo pueden funcionar en base a rumores? En fin, eso será tema de otro análisis) y hubo quien hasta solicitó que se “quitara su logotipo” como si ellos nos estuvieran haciendo el favor y no nosotros a ellos, años después se han arrepentido e incluso han querido acercarse, pero bueno, lo que nos ha separado más no han sido los rumores ni las malas intenciones, mucho menos el rencor, sino la diferencia en los proyectos. El asunto llegó a un punto que incluso sufrí acoso; cuando apagaba las luces de mi casa en la noche la podía ver en su carro observando fijamente hacia la ventana de mi cuarto, con una mirada que, juro, no se veía nada normal. Ahora me divierte todo eso y lo puedo contar en una plática de sobre mesa entre carcajadas, pero debo confesar que en ese momento si llegó a asustarme.

Gracias a la decisión de separar de su cargo a esa persona (que por cierto cumplió su sueño este año de tener su “propio” congreso cobijada por una universidad privada y, tristemente, sigue trabajando pues el ingreso fue para esa institución y no para ella como había planeado), una de las mejores decisiones de mi vida, es que conocí a una maravillosa persona que durante muchos años ha dado rumbo y soporte al CICE, la Maestra Ligia Aparicio, gran amiga y excelente profesional que significó un verdadero pilar en la construcción de este gran proyecto.



A partir de la llegada de Ligia a nuestras vidas muchas cosas tomaron rumbo y coherencia, dejaron de ser sueños y se convirtieron en acciones concretas y en hechos palpables, porque así es ella, concreta, organizada, eficiente. Gracias a su intervención pudimos tener un gran aliado, Editorial Santillana, quien nos apoyó decisivamente y, además, se sumó al proyecto otro de los grandes impulsores de este evento que, debo reconocerlo, a pesar de tener visiones diferentes de la educación, el Dr. Sergio Tobón nos dio un fuerte impulso brindándonos la oportunidad de un taller y una conferencia desde el primer CICE. A Sergio ya había tenido la oportunidad de conocerlo en un congreso en Durango en donde ambos impartimos conferencias magistrales, desde el primer momento me di cuenta que es un gran ser humano y un profesional muy riguroso. Aunque hemos tenido desencuentros sé que siempre puedo contar con él y que, de manera fortuita, nos vamos encontrando en el camino cuando y como debe ser, sin forzarlo y sin planearlo, ha sido muy disfrutable. Sergio nos acompañó en las tres primeras ediciones del CICE y es una persona que, definitivamente, tiene un proyecto y un grupo sólido de colaboradores que le han ayudado a concretar su propuesta. De él podría contarles mucho más ya que no sólo hemos compartido en el plano profesional, pero bueno, les dejaré con la duda por el momento, seguiremos con esta crónica en entregas posteriores, por el momento les recuerdo que ya están abiertas las inscripciones para el 6º.CICE así que ¡Nos vemos en Barcelona!

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