"Los maestros no se quieren evaluar"



Que las plazas del magisterio siempre han sido un gran negocio en sí mismo y que además han sido usadas para manipulación política y electoral eso es bien sabido; no es nuevo ni tiene que ver con esta “nueva era” del PRI que regresó al poder después de dos períodos en el gobierno federal de su supuesto opositor, el PAN, sin embargo lo que no se dice en los discursos tanto a favor como en contra de la reforma laboral aplicada al magisterio, es que esta manipulación no viene de los maestros, en este caso ellos son las víctimas.

Una persona que ha estudiado en alguna Escuela Normal, que pretende desempeñarse frente a grupo, muchas veces se enfrenta a la realidad de tener que rendir pleitesía a  los líderes sindicales o a los funcionarios gubernamentales. No son pocas las historias de las aspirantes a una plaza en educación  básica que son forzadas a brindar favores sexuales a los funcionarios a cambio de  la oportunidad de ejercer su profesión; el último gran escándalo del que supe fue el de la sobrina de una ex-gobernadora que intentó ser forzada por el director de primarias de la Secretaría de Educación de Yucatán y que al final del día le costó el puesto a este, sólo porque se trataba de esta chica en específico y su relación familiar con un personaje en el poder es que se tomaron medidas drásticas, pero este tipejo llevaba varios años ejerciendo las mismas prácticas a vista y paciencia de sus colegas y hasta de sus jefes directos.

También se sabe que los líderes, antes del SNTE (quienes en este momento prefieren guardar un bajo perfil) y ahora los de la CNTE, utilizan a miles de aspirantes a plaza para sus marchas y plantones, para ejercer presión gubernamental que desemboca en dudosas firmas de minutas cuyos recursos nunca terminan de llegar o que se “pierden” en el camino.
Ahora que la lucha por la defensa de la educación pública en México ha cobrado nuevos bríos me parece que es tiempo de empezar a aclarar ciertos aspectos que han quedado totalmente desdibujados o manipulados:

1.- Los maestros no son sus sindicatos. Los sindicatos se han erigido como intermediarios que manejan plazas y deciden a quién se le otorgan o no; a la mayoría de los “agremiados” ni siquiera se les permite elegir pertenecer o no a estas agrupaciones. Es como el caso de los taxistas agremiados que tienen que pagar grandes sumas para poder acceder a una placa que cuesta apenas unos pocos miles de pesos. Son “revendedores” que actúan a ultranza.

2.- Los sindicatos no son “secuestradores” de la rectoría estatal. Si los sindicatos han manejado las plazas desde hace muchos años no es porque hayan entrado por la fuerza a alguna oficina gubernamental, hayan amagado a “inocentes” funcionarios, poniéndoles una pistola en la cabeza y estos hayan firmado por coacción. Lo cierto es que los secretarios de educación federales, estatales y muchos funcionarios de mandos medios han cedido espacios para que los líderes sindicales pudieran entrar en la ecuación en decisiones fundamentales de la vida magisterial, y desde luego de la educación pública nacional, a cambio de apoyo a sus campañas, proyectos o para convertirse en cómplices en el desvío de recursos.

3.- Los maestros no gozan de “privilegios”. Cada vez que escucho este argumento no puedo evitar que me hierva la sangre, pero después reflexionando un poco entiendo la perspectiva de muchas personas que consideran que contar con una seguridad laboral, prestaciones como vacaciones, aguinaldo, servicio médico, primas vacacionales, apoyos para compra de vivienda, bonos (ínfimos) para transporte, material didáctico y otros pequeños apoyos económicos, pueden catalogar estos derechos como “privilegios” pues vivimos en un momento histórico, especialmente en los países de gobiernos neoliberales, donde este tipo de derechos básicos de un trabajador se ven tan lejanos como pensar en unas vacaciones en la Luna. El recorte a las condiciones mínimas laborales han bajado drásticamente los estándares de exigencia de los trabajadores. Muchos han comprado el discurso de la meritocracia y van, convencidos, tras la zanahoria que nunca alcanzarán, consideran así justos los malos tratos, las condiciones de explotación y observan a otros empleados, especialmente los gubernamentales, como los “flojos-privilegiados” que no merecen ese trato preferencial. Y aunque en algunos casos es cierto que ciertos burócratas no cumplen con sus funciones, los maestros representan uno de los gremios con mayor demanda en cuanto a sus funciones.
De acuerdo a un informe que la OCDE presentó en 2012 en la Cámara de Diputados, el 30% de los recursos empleados en la educación pública provienen de los bolsillos de los propios docentes. Me gustaría saber qué otro empleado (gubernamental o privado) aporta, de su sueldo, materiales e insumos para ejercer su función.

4.- Los maestros no se quieren evaluar. Desde luego esta es una gran falacia; la mayoría de los docentes en México están de acuerdo con participar en un proceso que pueda ayudarles a mejorar, a dar luz sobre sus áreas de oportunidad y que aclare las fallas que anidan en el sistema educativo y esto lo puedo afirmar porque he trabajado con cientos de ellos a quienes he apoyado y guiado en su fortalecimiento profesional. Aquí la realidad es que la evaluación del desempeño docente ha estado marcado por la ineficiencia, la falta de congruencia y la carencia de instrumentos que puedan arrojar luz sobre la realidad. Los maestros han sido coaccionados, forzados, amenazados y hostigados para participar en un proceso lleno de mentiras e imprecisiones. Vemos casos como el de algunos maestros que no presentaron ninguna de las etapas del proceso y están ubicados en el grupo de alto desempeño; otros que se esforzaron, se prepararon y estudiaron, obtuvieron evaluaciones sobresalientes y hasta la fecha no han obtenido sus tan cacareados aumentos de sueldo o un número mayor de horas.

Desde luego esto es resultado de un mecanismo implementado “al vapor”, realizado por funcionarios apremiados por los “tiempos políticos” o por la necesidad de “legitimar” la reforma; los instrumentos no fueron calibrados y el encargado de aplicar las pruebas (CENEVAL) evidentemente no ha contado o con los insumos o con el tiempo necesario para desarrollar pruebas mínimamente estructuradas; los evaluadores (muchos de ellos) hasta la fecha no han recibido las compensaciones económicas prometidas y es claro que el número de estos fue mucho menor al requerido, imponiéndoles jornadas y condiciones nada propicias para el ejercicio de su labor.


En este punto de la lucha magisterial sería bueno empezar a reflexionar desde una perspectiva diferente e informada, no quiero decir que los docentes mexicanos no tengan fallas y que no deban mejorar, pero me parece que como ciudadanos tenemos el deber cívico de apoyar una causa justa que no sólo pretende reivindicar a un sector, sino poner sobre la mesa una serie de injusticias que se han ido naturalizando al grado de poner al pueblo contra el propio pueblo.

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