El silencio no nos ganará



Los silencios arrastran, expanden, susurran,
Escondiendo, aplastando, reptando por entre las paredes derrumbadas
Entre los cuerpos que se ocultan, se retuercen, en un dolor innombrable
Omitiendo, encerrando esos nombres que se niegan a ser olvidados,
Brotando entre raíces de memoria que se consume en un lento fuego
Que nunca existió, entre las piedras y las tumbas, entre los titulares y
Los gritos de protesta.

Y ellos, con sus rostros sin marca, sus palabras dulces y violentas, sus
Consignas y arrebatos, se apersonan, se encaran con una tribu de salvajes
Que se alzan entre los dolores de miles de madres que no paran de llorar
De clamar una  justicia que nunca llegará.

Pero son jóvenes, quieren morir en la raya, vencer, encender ese fuego
Que les brota del pecho, que les constriñe como silbido en los oídos
Como entraña retorcida que impide respirar al propio silencio, a los nombres,
A los olvidos que se encierran en esta era que no termina de parir
Que se niega a morir a pesar de la evidencia.

Toman piedras y se lanzan entre la multitud para encararse con Augusto
En ese estadio donde las balas perforaron cráneos como trompetas en partidos
Como juegos de futbol interminables entre soldados y uniformes, entre sangre
Y dolor para, al alba, flotar entre cantos y estelas de peces que no querían estar ahí,
En el Mapocho cercenado, en Plaza de Mayo torturada,  
en Tlatelolco enardecido, en Ayotzinapa retorcida.

Y se llamaba también Gustavo y Adolfo y Enrique y Alfonso en Paraguay, en Chile,
Francisco cruzando el mar y Jorge Rafael encendido en un tango de arrabal y
Olvidado entre Corrientes y Mar del Plata. Porque sus voces no serán escuchadas
Por la historia, ni recordadas y no por rencor ni por miedo, sino por lástima y vergüenza.
Porque la especie no puede contarlos entre sus miembros, porque un error es eso
Sólo eso, un tropiezo, una forma de aprender, un no volverá a suceder nunca más.

Pero Amanda y Manuel, Abel, Abelardo, Adán, Alexander, Antonio, Benjamín, Bernardo,
Cutberto, Dorian, Everardo, Marcial, Magdaleno y otros 31 que pueden ser 131 o
Los descamisados o los del 68 o del 71 o de la primavera francesa o los 450 de la fosa
Que no existe ni aquí, ni en Veracruz, ni en la memoria de ninguno de esos que
Se llenan los bolsillos con cadáveres y con saña, podrán desaparecer.

Porque aquí estamos presentes para alzar la voz, para gritar fuerte, para poner el
Pecho y parir el alma y sacar la vista de entre las tablets y los smartphones, 
porque somos hoy y nunca más volveremos a ser, ni a ver, 
ni a tener lo que hoy vibramos, lo que hoy, los indignados, 
los jóvenes del mundo, los que latimos en el centro de esta
Tierra que se niega a entregarnos, que se mece como cuna y nos canta una nana
Para que durmamos, pero que nos ama profundamente porque es patria y matria
Y ser y dolor, y sangre que no deberá derramarse nunca más, porque hoy, aquí
Entre estas paredes que llamamos casa, escuela, fábrica, trabajo, no podemos
Menos que latir en un solo corazón que se tortura hasta explotar, hasta vaciarse y
Entregarse en un rápido estertor, porque eso es vivir y yo, señores, no quiero ser un número más,
Una estadística, aparecer sin nombre en un cartel porque no habrá silencio que
Pueda encerrar mi nombre, no habrá cárcel que pueda contener mis sueños y
Estoy aquí, para entregar mi alma, porque soy joven y nunca más volveré a serlo
Y si esto no tiene sentido ¿qué lo tiene?


El silencio no nos ganará.

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