¿Qué tipo de padre o madre eres?




Mandón(a), inflexible, “barco”, aprehensiva(o), exigente, manipulador(a),  controlador(a), existen un sinfín de clasificaciones que a muchas revistas de crianza o de “consejos para los padres” les gusta elaborar y desde luego que en términos de la “receta fácil” que a todos nos gustaría tener para criar a nuestros hijos, es muy conveniente sobre todo para vendernos un sinfín de productos o servicios.

La mayoría de estas publicaciones se aprovechan de la tendencia socialmente aprendida que tenemos de “autoclasificarnos”1. Nos gusta saber a qué grupo pertenecemos y ese sentido de pertenencia desde luego que cumple las veces de coadyuvante en la construcción de una identidad, pero si analizamos con detenimiento estas “cajas” en las que nos quieren meter, lejos de ayudarnos en la compleja labor de ser responsables del crecimiento de otras personas, nos limita y constriñe.

El entender que no existe la fórmula mágica o la receta de cocina ideal que funciona en todos los casos, puede ser un primer paso para avanzar en esta difícil ruta. Así como los niños al nacer no vienen con manual, nosotros como padres tampoco podemos contar con una “guía fácil” para clasificarnos, aunque nos gustaría que nos dijeran, así como hacen los adivinadores del futuro que se basan en “signos” para hablar con docta contundencia de nuestra forma de ser y de lo que nos deparará en ese día o en ese año, “eres un padre piscis: tu forma de ser te hace muy maleable y flexible, deberás tener cuidado con las decisiones que tomes el día de hoy porque tus hijos te podrían odiar de por vida; aunque generalmente eres tierno y encantador hoy no será tu mejor día para relacionarte con tus vástagos así que procura mantenerte alejado de ellos el mayor tiempo posible” y desde luego que eso fuera 100% confiable. Pero desgraciadamente no es así.

El arrostrar la responsabilidad de ser padre implica equivocarse y esa podría ser la segunda pista para poder lograr algún porcentaje de éxito. Realmente si contamos o no con un estereotipo de padre es lo menos importante y quizá eso solamente contribuya a fomentar nuestras inseguridades: “Soy un padre “barco” entonces, según esta clasificación, debería ser más exigente con mis hijos, pero ellos cumplen con sus responsabilidades, tienen buenas calificaciones, van a sus actividades extras, pertenecen a un equipo deportivo… debo exigirles que asistan a clases de inglés, música, que realicen más quehaceres domésticos y que se responsabilicen de una mascota”. Definitivamente esto puede sonar poco lógico pero es la actitud de muchos padres que intentan re-afirmarse a través de sus hijos. Intentan que los niños o jóvenes realicen todo lo que ellos no lograron, y por eso vemos ejemplos de terrible frustración en pequeños que son, literalmente exprimidos por sus padres porque ellos se ven a sí mismos como “blandos” o poco exigentes y cada vez constriñen más a los hijos.

Los hijos no son nosotros en pequeño, eso lo debemos también tener muy claro. Independientemente de nuestro carácter, nuestros gustos, intereses y sueños, ellos son personas únicas, individuales y deberíamos plantearnos como un desafío, que logren ser independientes. El ser importantes en su vida no debe representar que nos necesiten para la subsistencia, ni que seamos por siempre las personas más importantes en su vida. Poder ubicar nuestro lugar en sus vidas en cada etapa de su desarrollo debería ser uno de los propósitos al definirnos como padres.

Podríamos contestar millones de test de revistas pero te aseguro que ello no te dará la fórmula mágica que estás buscando, sólo te confundirá más y te dejará a merced de la mercadotecnia. Así que, en lugar de “tipos” de paternidad o maternidad ¿por qué no empezamos a crear nuestro propio estilo? Este dependerá de nuestros intereses, circunstancias, ideas, creencias, pero también de las necesidades y las características de nuestros hijos. Te invito a descubrir más en esta ruta planteándote esta aparentemente sencilla pregunta ¿Conoces a tus hijos? Espero tus comentarios. Un mundo de abrazos.




Haciendo un símil con lo referido a “la “autoclasificación social", es decir, la inscripción en una categoría social determinada, como —por ejemplo— miembro de la “clase media” o como “pobre”. La autoclasificación es una ubicación imaginaria en la estructura social y un posicionamiento respecto a otros grupos sociales con quienes se comparte el mundo social: por ejemplo, la categoría clase media supone e implica la coexistencia con una clase baja y una alta.” Gabriel Kessler, Empobrecimiento y fragmentación de la clase media argentina. Proposiciones, 2003.

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