¿La inteligencia es heredable?
A todos nos gusta creer que nuestros hijos son
especiales, que son más inteligentes, más hábiles, más guapos o más simpáticos
que los demás niños, algunos piensan que sus hijos cuentan con todos y cada uno
de los atributos que se pueden poseer; pero en esta sociedad globalizada que
apunta a convertirse en la sociedad del conocimiento, aunque apenas nos
encontramos en vías de bosquejar apenas lo que esto significa, la moneda de
cambio ha dejado de ser algún objeto o producto tangible y el conocimiento
lentamente va cobrando preponderancia.
Pensar en que nuestros hijos tengan un futuro
brillante, sólido, feliz o ya de menos agradable implica el que estén
preparados para afrontar los retos que este cambio de proyecto social, donde el
mercado sigue rigiendo nuestras vidas pero el conocimiento es un bien ansiado,
significa que puedan adquirir los conocimientos útiles para introducirse
exitosamente en la sociedad que les espera. Por tanto una de las preocupaciones
de muchos padres es que sus hijos cuenten con la suficiente inteligencia para
poder adquirir los conocimientos, habilidades y competencias necesarias para
forjar un futuro de realización personal.
En esta ecuación la inteligencia juega un papel
crucial ¿nuestros hijos son inteligentes? Si lo son eso cuenta a nuestro favor,
por lo menos eso creemos; de alguna íntima y subconsciente forma nos
adjudicamos sus propios logros. Si obtienen una buena calificación (o nota) en
la escuela, inmediatamente una sonrisa se dibuja en nuestros rostros, pero esa
alegría no es sólo por ellos, hay que confesar que en muchos casos es porque
creemos que, de alguna forma, les heredamos esa capacidad.
Existe la creencia popular de que la
inteligencia, como otros rasgos físicos o de carácter, es heredable, sin
embargo, hasta el momento, ningún estudio científico ha podido demostrar de
manera contundente que esto sea cierto. Aunque los avances en la búsqueda del
genoma humano como sinónimo de la “naturaleza humana” han sido grandes, lo
cierto es que los genetistas están en la investigación de anomalías en los
marcadores genéticos que puedan coadyuvar al desarrollo de modificaciones, a
este nivel (del ADN), para lograr la cura de enfermedades de alto impacto como
el Alzheimer, el Parkinson o el síndrome de Savant, pero, aunque se han podido
localizar, estudiando el cerebro humano (UCLA brain mapping 1),
ciertas áreas y funciones que facilitan la velocidad de conexión sináptica, lo
cierto es que el impacto genético no ha podido ser verificado.
Sylvane Desrivières, autora principal de un
estudio presentado en la revista Molecular Psiquiatry 2 en 2015, realizado en el King College
de Londres, asegura que se han localizado una serie de marcadores genéticos, en
este estudio aplicado a 1,583 adolescentes de 14 años, que pueden apuntar a un
cierto tipo de variación genética específica que se correlaciona con la
inteligencia pero sólo representaría, según estimaciones, un 0,5% de la
variación total de la inteligencia.
Hasta el momento y según diversos estudios neurocientíficos,
genéticos y sociológicos, la inteligencia no se basa en la herencia, no existe
un “gen de la inteligencia” (aunque existan libros sensacionalistas que afirman
lo contrario) y, de acuerdo a lo que hemos podido concluir a través de diversos
estudios realizados en países latinoamericanos, el origen (es decir la
condición socio-económica-cultural) y el ambiente de crecimiento resultan más
determinantes en el desarrollo de esta habilidad, que cambia a lo largo de la
vida, que la herencia genética.
Así que si tus hijos en este momento no parecen
tan inteligentes como te gustaría o crees que son “súper inteligentes” no te
confíes, la herencia está fuera de la ecuación, en lo que puedas contribuir,
como parte de su formación y el desarrollo de sus habilidades, resultará más
importante que lo que les hayas podido heredar a nivel biológico, pero eso si,
si les proporcionas herramientas adecuadas podrán superar cualquier obstáculo
que se les presente, así que hay mucho trabajo por delante.
1 http://www.bmap.ucla.edu/
2Molecular Psychiatry
(2015) 20, 00–00; doi:10.1038/mp.2013.197; published online 11 February 2014