Sean Penn, El Chapo y la escuela



Desde luego que el título parece inverosímil ¿qué tienen que ver “El Chapo” Guzmán y Sean Penn con la escuela? Efectivamente nada, si uno busca la biografía del narcotraficante más poderoso de México y algunos dicen que del mundo, se podrá dar cuenta que antes de los 15 años ya había abandonado la única escuela que existía en Badiraguato, Sinaloa de donde es originario,  cuando era pequeño (bueno, de edad porque dicen que eso del apodo le vino por su corta estatura). Desde luego si se recurren a las diversas fuentes, incluyendo Wikipedia y medios del espectáculo, que parecen las únicas posibles para encontrar algún tipo de biografía de Sean Penn también se puede encontrar que el laureado actor y dudoso activista, sólo estudió hasta el High School, el equivalente a la secundaria mexicana. Ahora, que si se intenta encontrar algún dato fidedigno de la trayectoria académica de la tercera involucrada en esta historia truculenta de entrevistas y contactos clandestinos, la actriz mexicana Kate del Castillo, la cosa se pone peor, al parecer no cursó ni la primaria, o su paso por ella fue tan lamentable que no es necesario referirla, al fin y al cabo es hija de un “famoso actor” de la época de oro del cine mexicano, dato que para sus biógrafos es más relevante desde luego. Con estas credenciales académicas obviamente no podrían deslumbrar a nadie, sin embargo hoy por hoy estos tres personajes son los que se encuentran en boca de todos y son la nota más relevante del día en México; ya existen incluso grupos de defensa de la actriz que están pidiendo firmar peticiones para que no sea imputada por delito alguno.

Lo más grave de esta historia no son las redes de complicidad y corrupción que han quedado en evidencia, ni la ineptitud de los cuerpos de seguridad mexicanos y estadounidenses que se presenta a todas luces, y que seamos sinceros, no es novedad; sino los mensajes que nuestros niños y jóvenes están recibiendo constantemente con este tipo de casos, que se repiten de manera recurrente con diferentes protagonistas y en otros escenarios.

Un niño que es expuesto constantemente a programación televisiva cuyos títulos son “La Reyna del Sur”, “El señor de los cielos”, “El patrón del mal”, etc., está entendiendo el mundo de una manera muy diferente a como se supone que pretendemos los adultos que lo haga. El mundo está lleno de contradicciones, eso se sabe, bueno, el mundo que hemos creado, nuestras sociedades, y mientras por un lado le repetimos consistentemente a nuestros hijos y a nuestros estudiantes que la escuela es el mejor camino para superarse, que si quieren tener una vida digna y feliz deben prepararse, les presentamos este tipo de historias, las más de la veces sin ninguna oportunidad de análisis o debate y en el que los protagonistas no han necesitado ninguna trayectoria académica para ser famosos.

Lo que está sucediendo en este momento en los países de Latinoamérica es realmente grave porque, además, ya estamos tan confundidos que no sabemos si es mejor un político que un narcotraficante y la incertidumbre que nos produce esta disyuntiva nos lleva a transmitir mensajes a nuestros jóvenes que pueden terminar echando por tierra cualquier esfuerzo por convertirlos en adultos decentes, congruentes y sobre todo, felices, porque ¿Quién quiere “quemarse las pestañas” durante 15, 20 o 30 años si puede hacerse rico, poderoso, admirado y sobre todo “querido” sin necesidad de haber cursado más allá de la secundaria? El mensaje lo reforzamos todos los días cuando no podemos contener nuestra admiración por estos personajes como Penn, Guzmán o Del Castillo en una plática de sobre mesa mientras nos mofamos de la incapacidad de nuestras autoridades, ojo, no quiero decir que no sea una práctica interesante o válida, sino que tenemos la obligación, si lo llevamos a cabo, de profundizar en el análisis y darles elementos a nuestros niños y jóvenes para entender que el mundo no puede ser construido por “estrellas hollywodenses” que se regodean de sus malos modales y que hacen apología de los criminales o por estos últimos, ya sea que se dediquen al tráfico de estupefacientes o al de influencias.


Tenemos ante nosotros un desafío mayúsculo y no lo podemos enfrentar sólo los profesionales de la educación, necesitamos de los padres de familia y de la sociedad en general, aunque muchos de los que la constituyen actúen sólo por intereses mezquinos, inmediatos e individuales, con esos no se puede contar, lo sabemos, pero quienes estamos conscientes de la situación no podemos meter la cabeza en la arena, es momento de hacer, desde nuestra trinchera, lo que nuestra abandonada región requiere: tener valor (no del tipo Televisa desde luego) y compromiso ¿Podemos vernos al espejo? Empecemos por ahí y entendamos que mientras más tiempo sigamos evadiendo los temas y atizando el fuego más difícil será apagarlo.

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