Habrá otro tiempo para la tristeza
“Nacemos verdaderamente el día en que por primera vez sentimos profundamente que hay algo grave e inesperado en la vida”, leí esta frase en el muro de un amigo de la red social más popular en México. Realmente me ha dado mucho que pensar y es que veo que mucha gente a mi alrededor no termina de entender las consecuencias de lo que sucede en su entorno cercano, no he dejado de preguntarme, desde luego, si yo tendré una visión catastrofista del mundo o si esa visión de que algo realmente grave está sucediendo me impide funcionar adecuadamente en el diario vivir. Si algo he descubierto con claridad en todos mis años de vida es que el conocimiento da poder pero también quita tranquilidad, estoy segura que millones de mexicanos, y desde luego, de latinoamericanos funcionan “por instrumentos” su ignorancia es tan grande que desconocen, por ejemplo, las consecuencias de la caída del precio del petróleo, o el alza súbita e impune del dólar frente a otras monedas como la mexicana, pero me niego a creer que esta ignorancia es algo casual, me parece que es más bien intencionada, que prefieren vivir sin saber lo que sucede a su alrededor porque el ser consciente de todas las atrocidades que se comenten desde los grupos gobernantes nos dejan en una parálisis casi permanente, realmente se siente mucha indefensión cuando te das cuenta que quienes detentan al poder, hayas o no votado por ellos, se llevan la riqueza de un país que ha sido saqueado durante más de 500 años y todavía cuenta con grandes reservas naturales, materia prima y sobre todo con una gran fuerza de trabajo.
¿Cómo se puede uno explicar uno de los ecocidios más
flagrantes que se han llevado a cabo en territorio nacional? Recién hace unos
días amanecimos con la noticia de que el manglar más grande de Cancún ha sido
arrasado, miles de cocodrilos sepultados vivos, junto con otras criaturas que
habitaban la reserva y que, además, esto se ha hecho para ampliar la zona de
hoteles de la ciudad; las imágenes de mujeres llorando por este crimen ha dado
vuelta al mundo ¿ha conmovido a alguien? Si, desde luego, al punto de darle un
“like” o compartir la noticia pero esto ¿ha provocado una acción real? Los
grandes corporativos internacionales que se adueñan día tras día de nuestros
recursos, de lo que debería proveer una existencia tranquila a la mayoría de la
población, juegan a la ajedrez en un gran tablero, sólo por diversión porque
realmente ya no saben qué hacer con tanto dinero que acumulan, un día subastan
una empresa, otro la destruyen (con sus miles de empleos que representan la
subsistencia de igual número de familias) sin que el hecho de que esos
empleados sean personas, de carne y hueso, con historias, con sufrimientos, con
alegrías y con una vida que deber ser respetada, importe un comino.
Y ante tanta atrocidad nos seguimos preguntando ¿cuál es
la salida? Yo sigo firme en mi premisa, la misma que he mantenido por más de 20
años: la única posibilidad de cambio viene desde la conciencia colectiva, desde
el cambio de paradigma en esta forma de vida que nos han impuestos, desde una
visión centrada sólo en el consumo y el otorgamiento de valor a las personas a
través de las posesiones, mientras no detengamos esa visión del mundo desde
cada niño, desde cada joven, y de ser posible, desde cada adulto, no podemos
pensar en cambiar realmente esta realidad que nos aplasta, y la única ruta que
se me ha ocurrido (la que mi corta visión me permite, lo acepto) es la
educación. Por ello apuesto tanto por la educación, pero no sólo desde la
escuela, sino desde la casa, el trabajo, los medios de comunicación. Nos
educamos de manera múltiple, el aprendizaje ya no está circunscrito a un solo
espacio y desgraciadamente la escuela parece destinada a la desaparición, vemos
cómo avanzan, con pasos agigantados, sus detractores y por cada escuela normal
pública que se cierran abren otras tres privadas lo cual debería ser una clara
evidencia de la tendencia a convertir la educación en un producto más, donde la
importancia de la formación docente es reconocida por los grandes corporativos
que arrasan y controla la vida. ¿De dónde puede venir la esperanza? Si
realmente queremos recuperarla debemos trabajar desde cada aula, desde cada
escuela, desde cada casa y desde cada línea que se escribe y se hace pública,
porque si no nos rescatamos nosotros ¿quién? Después habrá tiempo para la
tristeza, es tiempo de poner manos a la obra.