La magia del nuevo año o de cómo la SEP sacará de la chistera un “nuevo” modelo educativo

Con el 2016 parece inaugurarse algo pero en realidad estos ciclos inventados por la humanidad no son más que procesos para deshacernos de la frustración que nos produce nuestra historia reciente. Pensar que porque un nuevo calendario inicia podemos transfigurarnos, convertirnos en otros, limpiar nuestros historial, como si se tratara del de la navegación de la computadora, es uno de los anhelos más profundos que como humanos tenemos, sin embargo esto es muy difícil en la práctica, nuestro subconsciente sigue cargando con las deudas que tenemos con nosotros mismos y con otros; creer que porque se han anunciado diversos cambios “fundamentales” en el modelo educativo es que alguien posee un cofre mágico que será abierto con una llave mágica en este nuevo ciclo y que todo lo anterior quedará borrado es una ilusión en la que muchos de los mexicanos creemos, como si se tratara del regalo de los reyes magos o del niño dios, de los cuales, muchos otros, dudamos siquiera de su existencia.

Esa necesidad de transformarnos, de convertirnos en otros, de dejar atrás el pasado es un anhelo tan íntimo y fuerte que es aprovechado constantemente por muchos inescrupulosos políticos (aunque suene a pleonasmo) que pretenden perpetuarse en el poder con una u otra cara, con uno u otro membrete; conocen nuestras debilidades porque las han estudiado, saben perfectamente que necesitamos renovarnos constantemente y que esta modernidad líquida de Bauman nos marca más por la vehemencia de desechar que por la de estrenar. Desechar dispositivos tecnológicos, desechar muebles, electrónicos, autos, casas, modelos educativos y hasta personas se ha convertido en un deporte extremo que produce altas dosis de adrenalina y por eso nos venden con tanta insistencia esos “nuevos modelos” que no son más que una “marca” que vende, una forma más de hacer “branding”.

Cuando se presentó en 2013 la “nueva” reforma educativa, que no es otra cosa que una añeja demanda de la iniciativa privada para ejercer mayor control (laboral y administrativo) sobre la educación a través del magisterio, el énfasis estuvo en la evaluación. Esa panacea que parecería arreglar todo de un plumazo: “si evaluamos a los maestros podremos saber cuáles son los malos y sacarlos del sistema”. Las “manzanas podridas del barril” han sido más difíciles de identificar de lo que se pensaba, ha habido una férrea resistencia, pero sobre todo el discurso de culpar a los maestros del fracaso de un sistema que cada vez se encuentra más desgastado. Entre una intempestiva carrera presidencial en medios por parte del nuevo secretario, la fallida aplicación de la evaluación, la evidencia de un proceso altamente desvirtuado, y las constantes críticas a la administración federal, se ha optado por reactivar los “golpes mediáticos”. El próximo, según se prevé, después de la re-captura del Chapo, será la presentación del nuevo modelo educativo, ese que ofrece solucionar todas las carencias y que lo único, según se puede atisbar, que hará no es más que cambiar el nombre de los mismos procesos por unos más rimbombantes.

Las competencias, dicen, desaparecerán, pero eso es ir contra los organismos internacionales que imponen las pautas y las  rutas, sin los que nuestro gobierno no tendría acceso a apoyos y recursos económicos ¿entonces? La salida mágica a esta difícil situación educativa es cambiarle los nombres a las mismas competencias y ponerles otros, sofisticados, “mercadotécnicos”, que “atrapen” a los padres de familia y puedan ofrecer esa ansiada “calidad” que ningún político puede describir claramente.
¿Qué podemos esperar entonces en este nuevo año que aparece con perspectivas más que oscuras? Una nueva “caja china” un nuevo distractor con supuestos tintes academicistas y pseudopedagógicos que dejen aún más en la indefensión a nuestros docentes y, desde luego, a los millones de estudiantes que sólo esperan poder encontrar en la escuela, una forma de entender el mundo y poder insertarse en él de manera adecuada….. más de lo mismo y que conste que no soy psíquica.


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